La película erige un clima de tensiones y de sensaciones sofocantes que se acrecienta a medida que avanza la trama. La interacción entre los personajes, construida sobre la base de la discriminación, tornará cada vez más difícil, más hostil, más áspera. Los celos y las broncas que genera la llegada del extranjero limítrofe, el desprecio que despiertan los de “afuera” y las agresiones contra ellos cuando son vistos como la fuente de todos los males, como los culpables de robarle el trabajo a los locales, entre otras cosas, se van a ir expresando en Bolivia de manera cruda, dramática, exacerbada, pero al mismo tiempo, tal vez efecto deliberado de cierta estética “realista” de su director, las prácticas discriminatorias se transmiten como muy cercanas y próximas de la vida social. Por ejemplo, la parrilla donde transcurre la película aparece como el lugar privilegiado de la cámara. Una cámara fija, que en blanco y negro, parece tensar al máximo la lógica binaria, de opuestos, como forma privilegiada de relación con la diferencia. Esta irá recorriendo, en busca de los más mínimos detalles, las relaciones entre los personajes, la complejidad de su vinculación, haciendo evidente la tensión que genera entre ellos la cercanía a la pobreza. En este sentido, la película seleccionada tiene la particularidad de poner en juego el problema de la discriminación a partir de elementos tremendos y extremos pero, a la vez, haciendo foco en los mecanismos menos obvios y naturalizados de exclusión y marginación. Muy apegada a cosas que en apariencia transcurren en un ámbito muy cotidiano, reunida de malas miradas, de mínimos gestos, de insultos y desvalorizaciones, de interacciones evasivas, fugaces y muchas veces despiadadas, la trama fílmica hace sentir en el propio cuerpo la experiencia física de una ciudad hostil con el extranjero. Sin embargo, en el film Bolivia no sólo son discriminados los personajes extranjeros. Héctor, el vendedor ambulante, suma a su condición de provinciano la de ser homosexual y eso lo margina de la red de relaciones establecida entre los personajes de la película, aunque para algunos “no es tan grave como ser boliviano”. Su posición es marginal, gana menos dinero que los taxistas y tiene poco que vender y, al igual que Freddy, su modo de hablar e incluso su color de piel lo distingue de los otros clientes del bar. Las categorías que definen la identidad parecen sumarse unas a otras, haciendo de cada individuo un conjunto de diferencias superpuestas. Como vemos, las relaciones de discriminación no son lineales entre los grupos y a la par que relaciones conflictivas, dentro de cada grupo existen también relaciones de solidaridad y ayuda mutua. Veamos un ejemplo: la escena en la que Rosa y Freddy comparten las propinas muestra un modo de intercambio comunitario que contrasta con los infinitos reclamos de dinero por parte de todos los restantes personajes de la película. Las creencias y prácticas discriminatorias se establecen como las relaciones sociales persistentes y predominantes a lo largo del film. Un código nada oculto ni silencioso entre los asiduos al bar va regulando los vínculos entre ellos, y hace que determinados rasgos de identidad como la nacionalidad, la elección sexual, de género, el lugar de procedencia (Córdoba vs. Buenos Aires) encarnen rasgos amenazantes de identidades construidas como altamente descalificadas en el entorno social. El peligro logra condensarse en los extranjeros, aunque como vimos, no solamente en ellos. En los otros, construidos como radicalmente otros, en esa alteridad que amenaza la propia identidad, cada uno de los personajes va depositando sus propios miedos y frustraciones. Es en el clima generalizado de sospecha y desconfianza social que toma forma el rechazo intolerante, la exclusión, demonización y estigmatización frente a lo diferente. Una primera reflexión nos alerta sobre los efectos de ciertas formas de vinculación con la diferencia. La construcción del