Al trabajar con películas nos enfrentamos a un tipo de narración que tiene sus propias reglas, estructurada mediante imágenes y sonidos, las escenas, tomas y secuencias organizadas, compaginadas o combinadas mediante operaciones de montaje, logran transmitir sentidos y climas diversos a la narración cinematográfica. Por ejemplo, Caetano recurre al blanco y negro del formato fílmico de 16 mm creando a partir de cierta textura áspera y desgastada, el dramatismo necesario para hacer transcurrir la acción dentro de una atmósfera visiblemente opresiva, al punto tal que pareciera muchas veces no tener evolución narrativa. La cámara parece obstinarse en describir, en acercarse a una realidad compleja, mostrando los rasgos más reveladores del lenguaje oral y gestual de sus personajes, algunas pequeñas intervenciones policiales, ciertos aprovechamientos cotidianos de la gente para con los inmigrantes, y mínimas escenas en clubes nocturnos, pensiones y bailantas para concretar un perfil convincente y conmovedor de los tiempos de crisis. El predominio de planos cortos y cerrados, casi asfixiantes, armonizan con el escenario del bar, en un intento deliberado por realzar la sensación de encierro, de soledad, de aislamiento que padecen las vidas de sus moradores. Sensaciones que permiten ir construyendo a Freddy, y al resto de los personajes, descubrir sus historias y sufrir su actualidad. Veamos un ejemplo: las imágenes en cámara lenta dan cuenta de una noche de trabajo intenso en la parrilla. El televisor prendido, el ruido constante, las miradas de un taxista a otro, culminan en Freddy que hace un alto en sus tareas y toma soda, mientras el efecto de la cámara lenta se acentúa. La secuencia es enormemente efectiva: con apenas dos o tres imágenes, resalta una imagen aparentemente banal, invisible, que ante cualquiera pasaría inadvertida: la pausa en el trabajo de un trabajador bajito, morocho y extranjero, sometido a condiciones laborales muy duras. En la totalidad del film la cámara permanece fija, expectante; los sucesos parecen desarrollarse frente a ella, y esta simplemente captarlos, sin juzgarlos, como si tratase de una investigación cercana al tratamiento documental. Esta sensación que simula ver un “recorte de la realidad” genera una profunda introspección en el espectador, quien se siente identificado en la cotidianeidad y en la verosimilitud de las escenas. La iluminación también contribuye dramáticamente a erigir clima, las sombras duras producto de luces directas y el predominio de escenas interiores nocturnas permiten desarrollar el contraste ambiental para desplegar los conflictos en pos de legitimar un desenlace final trágico. De allí que casi toda la película transcurra en el estrecho interior de la parrillita, y de ahí también que toda la secuencia de presentación se pasee por los rincones vacíos del lugar, como quien dibuja los límites de un espacio físico, de donde difícilmente puedan escapar, y, al mismo tiempo, el territorio en el que va a ocurrir la batalla. En los escasos momentos en los que Freddy abandona ese espacio, va a dar a otro territorio ajeno u hostil. Sale a la calle y la policía lo detiene para pedirle documentos, lo estafan en un locutorio ilegal, etc. No es el espacio su único enemigo: allí está ese reloj de pared, primera imagen de la película, imagen reiterada varios tramos más tarde. Cuando funciona, parecería obstinarse en marcar las horas que pasan muertas, o que llevan a la muerte.