· La voz: el testimonio
Hay algo de documental en la utilización del sonido en Días de Santiago. No es sólo la reconstrucción sonora del caos urbano, con los cláxones y la música saliendo de todos lados mientras Santiago camina sin rumbo, también lo son las declaraciones de los personajes, la voz en off de Santiago mientras camina por esas calles. Él intenta explicarse, y en la perseverancia de su discurso se va construyendo la desesperación.
· Silencio y ruido
Cuando Santiago está en un interior, suele haber silencio; es casi nulo el ruido que entra de la calle. Por el contrario, los exteriores son ruidosos, incontrolables. De nuevo, el sonido refuerza la idea de control o descontrol de la situación. Hasta que en la penúltima escena, cuando descubre el abuso sexual del padre, los gritos y las súplicas llenen el espacio mucho más que cualquier ruido externo.
· Música y performance
En casi toda la película la música es diegética, es decir, viene de una fuente justificable dentro de los elementos visuales de la escena. Hasta que en unas cuantas ocasiones se vuelve incidental, con un sentido muy claro de performance. Son dos los momentos en los que, utilizando la misma música, se crea este sentido de interpretación en las acciones de Santiago. El primero, su duro entrenamiento en el arenal, en la madrugada. Vestido de comando, Santiago realiza movimientos y simula situaciones de batalla mientras se escucha una guitarra andina, triste. La misma música se repetirá cuando, desesperado por el abandono de su esposa, una situación que no puede controlar, entra a la discoteca en la que siempre está la gente del instituto y comienza a bailar frenéticamente: en ninguna de las dos situaciones está el Santiago real; se trata de performances, de interpretaciones para presentarse frente al mundo, para intentar encajar en algún lugar.