Santiago cree en la educación como paso necesario en el proceso que lo convertirá en un sujeto exitoso. El afiche en el exterior de un instituto, proclamando al instituto como la elección de los vencedores, lo termina de convencer. Cuando habla con Rata le dice que quiere hacer algo que valga la pena, construir algo importante. “Sí, pero para eso se necesita estudiar, y eso cuánto costará”. Los doscientos soles que Santiago necesita para inscribirse se convierten en una urgencia. Pero, una vez conseguidos e inscrito por fin en clase, necesitará activar una serie de habilidades sociales que harán obvias sus carencias emocionales más fuertes. El espacio educativo será parte del sistema que lo seguirá excluyendo.