La historia de Miranda que vemos en la película, regresa en varias ocasiones a episodios de su niñez, donde comenzó su crisis familiar. La suya era una tradicional familia limeña de clase media con aspiraciones, en la que el padre, de origen arequipeño, tenía un cargo de confianza en un ministerio. Las menciones a la hiperinflación y la corrupción de funcionarios del estado, especialmente relacionada con el uso de fondos públicos, nos permite situar la infancia de Miranda en la segunda mitad de los ochentas, durante el primer gobierno de Alan García. Ignacio, su padre, es uno de esos funcionarios que desvió fondos públicos a cuentas privadas, aprovechando su posición en la administración pública y confiando en que sus contactos le permitirían realizar un negocio redondo, con el que obtener ganancias y poder “devolver el préstamo”, sin dejar huella. Al final las cosas no salieron cómo él esperaba, y abandona a su familia para esconderse, en algún lugar del Perú, a esperar que su crimen prescriba y le sea posible reaparecer frente a los suyos. Trece años después del abandono de su padre, Miranda decide salir a buscarlo a Arequipa, donde fue visto por última vez. Arequipa, la ciudad blanca, es la segunda ciudad del Perú en orden de importancia económica y cultural. Los arequipeños son conocidos por el orgullo que sienten por su tierra e incluso bromean con la idea de que son una república aparte dentro de la República del Perú. El enfrentamiento entre Miranda y Saúl, la limeñita blanca y el arequipeño orgulloso, hacen referencia a la rivalidad tradicional que hay entre las dos ciudades. Cuando Miranda llega a Arequipa, su tía le informa que es posible que su padre esté escondido en Sibayo, un pueblito del valle del Colca, pues el abuelo tenía tierras en ese lugar y porque se trata de un lugar alejado, donde es casi seguro que nadie lo buscará. El valle del Colca se sitúa en la parte norte del departamento de Arequipa, en la sierra sur del Perú, a 3,500 metros sobre el nivel del mar. En las márgenes del río Colca hay un total de catorce pueblos fundados por los españoles en el S. XVI, todos ellos con una iglesia colonial conservada en el tiempo. Uno de ellos es Sibayo. A pesar de su belleza única, el valle sigue siendo un lugar de difícil acceso pues no hay vías de comunicación adecuadas para llegar a sus diferentes pueblos. Además, como suele ocurrir en los pueblos andinos, la población vive en condiciones precarias, sin los beneficios de las grandes ciudades ni la presencia oportuna del Estado.