Estado de miedo es un documental de argumentación histórica. Desarrolla una serie de hechos que son causas y consecuencias de la violencia política en el Perú contemporáneo. Su objetivo es informar, pero también guiar una reflexión acerca del peligro que corre la democracia en un país que se ve sumido en una guerra como la que enfrentamos esos años, donde se terminó perdiendo institucionalidad y donde la crisis social y política dio pie a una crisis moral del Estado y la sociedad civil. Pero, en el cine, la argumentación no se arma sólo con textos, sino y principalmente con imágenes, y con tiempos y ritmos dados a cada imagen, a cada secuencia de imágenes. Como en otros documentales, el más importante mérito visual de esta película se encuentra en la edición.
Para presentar claramente el devenir de los hechos, el documental tiene una estructura que se basa en la cronología de la lucha armada y el proceso de violencia política, según lo investigado por la CVR. La información principal viene de la voz humana. La articulación de los hechos en un texto narrado por una locutora profesional y los testimonios y comentarios de representantes de los actores sociales relacionados con la historia: terroristas, militares, víctimas, policías, activistas y comisionados de la CVR. Las imágenes vienen de material producido para el documental (las entrevistas y algunas tomas de diferentes espacios que dan contexto) y abundante material de archivo (prensa, registros de la CVR). Es en la concatenación de estos materiales, de acuerdo a las necesidades expresivas e informativas de la narración textual, que hacen sentir el ritmo y la claridad de la edición.
Además, a manera de transición entre algunos temas, o como momento de reflexión acerca de otros, se utiliza un efecto de chroma para colocar imágenes de rostros (mientras dan su testimonio, hacen algún comentario o simplemente miran a la cámara en silencio) en fondos diversos, según el sentido que se busca crear: fondo de violencia en una manifestación y sobre él los rostros de hombres y mujeres, para reflexionar sobre las víctimas mayoritarias de la violencia; o como fondo un paisaje amazónico y sobre él, sobreimpresos los rostros de pobladores asháninkas ataviados con sus collares y maquillaje, para hablar del genocidio de este pueblo.