Chuqui habla quechua y español, y es probable que sepa algo de inglés también, aprendido en el camino con los “gringos”. Cuando carga los bultos de los turistas se vuelve casi invisible: no es el guía, sólo el cargador; los turistas no tienen que preocuparse por él más que en el momento en que (se) cargan y descargan sus equipajes. Su cultura se ha vuelto parte del circuito turístico, su trabajo, durísimo, un servicio parte del paquete de las agencias. En el silencio de su trabajo, él se hace conciente de esto y lo reflexiona en su interior, pero no puede hacer mucho más por cambiarlo.