Presidente en su cumbre
Por
Sandro Venturo (Perú)
El Presidente peruano es el anfitrión de una cumbre que reúne a
los jefes de estado de América Latina, el Caribe y la Unión Europea. La
fotografía da cuenta de un momento de la clausura. Parece un político
en campaña electoral, saludando a las masas. Pero en realidad es un
gobernante delante de otros gobernantes.
Al Presidente se le ve triunfante. El Perú está creciendo. Si se
revisan las cifras macroeconómicas hay cambios sustanciales. Más de
setenta meses de crecimiento. Aumento en 8% del PBI el año 2007.
Ampliación del mercado interno. Crecimiento del empleo. Decrecimiento
de la pobreza. Todo positivo, a pesar de que subsiste una desigualdad
estructural que resulta descarada en las zonas rurales del país.
El Presidente está contento. Y parece no afectarle la baja de
popularidad que gritan las encuestas nacionales. Acaso está convencido
de que hacia el final de su gobierno el pueblo sabrá reconocer cuán
lejos estaremos de la línea de base. Perú-2001: la sociedad de la
desconfianza y la baja autoestima. Perú 2011: la comunidad de la
esperanza y el emprendimiento.
El Presidente levanta los brazos para que lo vean los peruanos y
también quienes leen diarios en el mundo. Porque el Perú ya no quiere
jugar en tercera división. Ahora el país organiza cumbres como ésta. Y
en noviembre será nuevamente anfitrión de otra Cumbre más grande: la
APEC. Y en estos días, en la antigua capital de Virreynato castellano,
se discute cuán delirante es la propuesta del Presidente García para
que el Perú se postule como sede de las Olimpiadas para el 2016. El
Presidente está como en vitrina porque está convencido que está
poniendo al país en vitrina.
El Perú crece y el Presidente también. Ya no es el delgado y
avesado joven que quería cambiar el mundo con discursos
antimperialistas y decretos revolucionarios en los ochentas. Ahora es
un promotor de la inversión transnacional porque está un nuevo credo
inspira su papel evangelizador: es con el capital global que podrá
generar trabajo para todos los peruanos. Sus viejos amigos de la
universidad están sorprendidos de su travestismo.
El Presidente crece y el saco le queda pequeño. La papada le
rebalza cuando sonríe para las cámaras. Está feliz y confiado que
redimirá su desastroso pasado. Será por eso que levanta los brazos así:
porque sigue en campaña contra su propio desprestigio.