El gigante de Paruro
Latinoamérica es el gigante de la otredad. Lejana al mundo hegemónico, marcada por la desigual distribución económica, se significa como sujeto de habla y de producción artística, se posisiona frente a los afuerinos devolviéndoles la mirada desde los márgenes.
Al igual que el Gigante de Paruro que acude al estudio fotográfico de Martín Chambi en 1929 para mostrarse a la posteridad, Latinoamérica asiste al laboratorio de la Ilustración y se aloja con la dignidad de los harapos entre tanta elegancia extraña y extranjera. Así llega hasta nosotros, el gigante bueno de Chambi, digno en su pobreza, sonriente, con la placidez en el gesto de quien sabe que tiene un lugar en el mundo. Del mismo modo, nuestro trozo de América –multifacético- se instala en un discurso de presencias, de sujetos que dicen de otro modo, que transforman los adornos ilustrados en denuncia de la pobreza y de la marginalidad. Denuncia tácita, a modo del Gigante, denuncia pura y simple de un estar en el mundo que el mundo pretende silenciar.
El Gigante se calla, quizás, pero está presente. El buen gigante de Paruro, que no se engalana, como otros, para acudir al estudio fotográfico. El estudio de Martín Chambi es testigo de uniformes militares, de familias que posan con su mejor ropa, de la inocencia de angelitos recién fallecidos. También acoge los harapos del Gigante, la grandeza del gigante, la sonrisa de una boca silenciada. Visible ahora en toda su alteridad, el Gigante de Paruro sobrevive al olvido, al mandato de silencio, a la invisibilidad. Nuestra América, a su vez, se empeña en ocupar los espacios de los que otros se adueñaron, sacudirse de tanto adorno extranjero y vestir sus propias ropas. Aunque sean éstas testigos de los márgenes en los cuales los discursos hegemónicos la pretenden postergar.
El Gigante de Paruro, en fin, podría ser la metáfora que representa la faceta silenciada de América Latina. Potencia digna, plácida, gigantesca. Presencia callada por el mandato de otros, discurso silenciado pero imponente.
Al igual que el Gigante de Chambi, la creatividad latinoamericana impone su huella que, en definitiva, es el discurso que desde los márgenes se impone en el centro del objetivo de la cámara de los otros. Desde allí, devuelve la mirada, simétrica, sabedora de su ser, sabedora de su saber.