Tramas - Educación, imágenes y ciudadanía
Si bien el cine es un generador de ficciones, a través de él podemos sumergirnos en problemáticas reales y abordar construcciones de la realidad que operan en los discursos que atraviesan las películas. En este caso, el cine se nos ofrece como un espacio para el discurso, donde la sociedad habla y se escucha. Entre la realidad y la representación, el cine tiene la capacidad de comunicar momentos históricos, sensaciones, sentimientos, formas de vivir. Pero, sobre todo, el cine como proceso de comunicación crea y recrea los contextos en los que existe; se apropia de los discursos que circulan por la sociedad y los reelabora, produce algo nuevo. Bolivia es un objeto cultural óptimo para entender el espíritu de la época en que se realizó. Caracterizada como la más reciente e importante de la historia, la crisis económica, social y política del 2001 en Argentina, arrasó con las instituciones, los ahorros y expectativas de amplios sectores de la población, a la par que reforzó el sufrimiento de miles de personas empujadas a la intemperie, a los bordes de una sociedad polarizada y profundamente desigual. Los datos provistos en el 2002 revelaban porcentajes alarmantes de la población bajo la línea de pobreza, en mayor medida niños y jóvenes. Desmantelado el Estado de Bienestar, y reconfigurado el escenario para toda América Latina a partir de las reformas estructurales que se fueron sucediendo en la década de los 90, nuevos sentidos y significados se entretejieron alrededor de la exclusión; ya no es sólo la desocupación, el subempleo y el mundo laboral cada vez más precario lo que está en juego, sino la inserción social al margen del trabajo. A pesar de la prosperidad económica de los años 90, donde hubo crecimiento económico en América Latina, la experiencia Argentina significó una muy desequilibrada distribución de la riqueza y un crecimiento de la desigualdad. Bolivia se esfuerza por mostrar un sector social específico, el de quienes menos se beneficiaron con tal distribución. La escasez de trabajo debida a la privatización de las empresas del Estado reavivó sentimientos racistas entre la población argentina, en particular debido al gran desempleo y a la consiguiente lucha por la apropiación de los escasos puestos de trabajo disponibles. Este problema se puede rastrear en distintos momentos de la película, donde los personajes acusan a los extranjeros de robarles el trabajo a los argentinos. Ahora bien, investigaciones nos dicen que los latinoamericanos como nueva fuerza de trabajo ocupan los empleos peor remunerados pero, aún así, se generan sentimientos racistas entre los demás trabajadores. En la película, a pesar de las acusaciones sostenidas “vienen a robar el trabajo”, los personajes argentinos son, comparativamente, quienes menos trabajan. Las condiciones de Rosa y Freddy son muy difíciles, ganan sueldos muy bajos y trabajan jornadas interminables que tal vez pocos estarían interesados en aceptar. | El trabajo de Castel (2004) por ejemplo, entiende que lo dramático de la supervivencia del día a día de franjas de población que han sido dejadas en la banquina, induce a una actitud defensiva, poco generosa, que rechaza la novedad, pero también el pluralismo y las diferencias. En las relaciones que mantienen con los otros, más que acoger la diversidad que presentan, buscan chivos expiatorios que podrían dar cuenta de su estado de abandono. Al respecto, observa que si antiguamente las relaciones hostiles se daban entre quienes eran trabajadores independientes respecto de los asalariados, resguardados con las ventajas sociales y de protección laboral, hoy en día la respuesta social al malestar es de resentimiento y racismo sobre los inmigrantes, considerados menos competentes y más dóciles y por ello, preferidos en la competencia por el empleo, acumulando las ayudas sociales que deberían estar reservadas a los franceses de rancio origen. (Castel, 2004: 68). Mucho más cerca de nosotros Beatriz Sarlo, en un artículo periodístico.