Tramas - Educación, imágenes y ciudadanía
Desde una mirada nacional a la vez que romántica, el interés por la temática indígena por parte de Lucio Correa Morales -según cuenta el crítico de arte Julio A. Payró - se vio impulsada por la amistad que el escultor mantuvo con los intelectuales, naturalistas y etnógrafos Juan Bautista Ambrosetti, Florentino Ameghino, Eduardo Ladislao Holmberg y Francisco P. Moreno.
Según cuenta Payró en su libro dedicado al escultor, Correa Morales tenía en su haber una interesante colección de fotografías de “aborígenes” que él mismo había tomado en diversas expediciones que acompañó a los naturalistas por la región del Chaco y por Sierra de la Ventana, entre otros lugares. También cuenta el crítico de arte que el escultor solía recibir en su estudio a indios recién llegados a la ciudad a quienes tomaba como modelo para algunas de sus obras.
La cautiva que Correa Morales realizó en 1905, fue inspirada en una india tehuelche que había sido víctima de la Campaña del desierto donde había perdido a sus hijos.
Siguiendo los lineamientos clásicos, el conjunto escultórico tallado en mármol presenta a la mujer india sentada y levemente inclinada hacia delante con sus dos hijos y un perro.
El título de la obra es elocuente. En esta escultura, Correa Morales invierte la figura literaria y romántica de la cautiva, al referirse en este caso no a la mujer blanca prisionera de la barbarie, sino a la mujer india cautiva por la civilización.
La temática de los indígenas en el siglo XIX está atravesada por el motivo de la frontera. El territorio de las cautivas parece ser también el de los bordes. Cuentan algunas crónicas de la época que, luego de su liberación, las cautivas blancas recuperadas de las manos indígenas permanecían sin poder integrarse a la cultura de la que provenían. Algo similar les sucedió a las mujeres indias que perdieron sus familias y tierras y quedaron vagando invisibles en la Gran Aldea hasta su total desaparición.