Tramas - Educación, imágenes y ciudadanía
Santaigo Roncagliolo es un escritor multiformato: a los 32 años, escribió cuentos infantiles, guiones de telenovelas, adaptó obras para teatro, llevó un diario personal en un blog y publicó unas cuantas novelas. Una de ellas, “Abril Rojo”, ganó el premio Alfaguara en el año 2006 y otra, “Pudor” fue llevada al cine por los hermanos Trueba.
Nacido en Lima, pasó su infancia exiliado en México y España y regresó a Perú en su adolescencia. Trabajó en organismos de derechos humanos que investigaban la violencia y el terrorismo en el Perú y esa experiencia dio lugar a trabajos de ficción y documentales. Desde Barcelona – donde vive desde el año 2000 – Santiago Roncagliolo habló con Tramas sobre literatura, cine y sobre la existencia – o no – de una mirada latina.
Tramas: ¿Crees que tiene sentido seguir hablando de literatura latinoamericana? Existe tal cosa?
Santiago Roncagliolo: Cuando escribo libros con temas políticos, los escenifico en Perú, pero los lectores en toda América Latina reconocen su propio universo en ellos. Supongo que nos parecemos más de lo que deberíamos. Y eso crea un aire de familia, un caudal de experiencias y rasgos comunes. Ahora bien, en este momento, las identidades se han vuelto borrosas. Hay escritores latinoamericanos como Junot Díaz o Daniel Alarcón que escriben en inglés. Hace poco estuve en un encuentro de escritores latinoamericanos, y más de la tercera parte de los asistentes vivía en Europa o EEUU. Y lo mismo ocurre en todas partes. Tengo una amiga negra que habla catalán y vive en Rusia, y unos amigos –inglés él, española ella- tienen hijos belgas que ahora viven en México. Antes, la identidad era un rompecabezas con pocas piezas y una sola solución. Ahora es un mecano, que siempre puede incorporar piezas nuevas y formar figuras distintas.
T: Los críticos suelen señalar – y también he leído que vos lo confirmás en distintas oportunidades – que el cine es tal vez la influencia más profunda en los escritores de tu generación. ¿Cómo crees que el cine modificó la forma de narrar de la novela?
S.R.:La literatura con que yo crecí ya no contaba historias. Después del boom, los escritores latinoamericanos forjaron una literatura cada vez más audaz y experimental. Contar una historia les parecía demasiado fácil. Así que la narrativa dejó de narrar. Si uno quería sumergirse en la ficción, emocionarse con unos personajes y viajar a unos escenarios distintos, iba al cine. Pero en el fondo, el cine simplemente nos devolvió el sentido de lo que era la literatura mucho antes. Las novelas del siglo XIX son como películas narradas con claridad. Sólo a partir de Joyce y las vanguardias, la literatura empieza a experimentar con el lenguaje. Eso tenía que ver con toda la ambición desmesurada del siglo XX: la política incorporó el proyecto de la utopía. Y la ciencia desarrolló la conquista del espacio. La novela del siglo XXI, que tiende a ser visual, austera y directa, es un regreso al XIX, y por tanto, el acta de defunción de un siglo en que el hombre se creyó capaz de todo.
T: Escribís novelas, sos periodista, escribís en un blog, hiciste guión de cine, de tv, de teatro. ¿Cómo es ser un escritor multimedia? ¿Pensás en palabras o en imágenes en cada una de estas actividades?
S.R.: Pienso en historias. Fabrico historias, como otras personas fabrican zapatos o galletas. Cada historia busca su género y sus recursos. Pero mi género favorito es la novela, porque ahí gozo de libertad creativa total. Tomo todo lo que aprendo de otros géneros, y a la vez, no hay límites de presupuesto, casting o censura. Vale todo lo que mi imaginación pueda concebir.
T: Trabajaste un tiempo en organizaciones de Derechos Humanos en Perú, pero primero usaste la ficción para dar cuenta de la violencia política (con Abril Rojo) y después vino el libro documental (La cuarta espada). ¿Cómo se conectan estas cosas?
S.R.:Todos mis libros tienen que ver con experiencias personales. Y la violencia política forma parte de mi historia personal. Durante mi infancia, conocí la violencia terrorista en forma de bombas, paros armados, apagones, asesinatos. Durante mi temporada trabajando en derechos humanos, vi el otro lado de esa violencia: la violencia de estado, que no era mucho mejor en realidad. Para mí, era difícil escoger entre ambos bandos, y sobre todo, era difícil comprender cómo un país había llegado a semejante nivel de violencia y salvajismo. Escribir siempre es un esfuerzo por darle sentido al mundo, y eso es lo que intenté, tanto en la novela como en el reportaje: crear una sucesión de hechos, con un comienzo, un desarrollo y un desenlace. Fingir que todo podía tener algún sentido.
T: Has escrito guiones de telenovelas, un género al que muchos indican como absoluta y propiamente latino. ¿Cuál es tu telenovela favorita? Y cuáles son las cosas que te gustan del género?
S.R.: Siempre disfruté mucho con las telenovelas brasileñas, y después también con las colombianas. En esos países, la telenovela consiguió antes que en otros un público de clase media, y empezó a retratar historias menos estereotipadas. También recurrió al humor. Recuerdo especialmente “Dueño del mundo” con Reginaldo Farías, porque el personaje era un tipo muy malo, no una chica buena. Y de las mías, cualquiera de las que escribí con Eduardo Adrianzén, un guionista peruano muy creativo, del que aprendí mucho.
T: Escribís literatura para niños. ¿Te imaginás un niño lector cuando escribis para ellos?
S.R.: No. Sólo trato de disfrutarlo. Los niños tienen un mundo más abierto que el de los adultos. Para ellos, haya más cosas que pueden ser reales, como un dragón que secuestra a una princesa, o unos personajes que se escapan de un libro de cuentos. El placer de escribir para niños radica en regresar a ese mundo.
T: En un mundo “de pantallas”, cómo y por qué crees que la literatura sigue seduciendo, sobre todo a los más jóvenes?
Porque las pantallas también tienen letras. Al contrario de lo que piensa mucha gente en el mundo de la cultura, Internet es un espacio que promociona la literatura, y muchos blogs son lugares para compartirla y discutirla. Aunque cambien los formatos, necesitamos que nos cuenten historias del mismo modo que necesitamos zanahorias o ropa interior. Por eso, la literatura seguirá seduciendo siempre, a pesar de sus defensores.