Tramas - Educación, imágenes y ciudadanía
Entre Miranda y Saúl saltan los prejuicios apenas comienza a establecerse la confianza. “Típica limeñita creída” y “cholito acomplejado” serán los detonantes para su primera separación, cuando Saúl la desembarque de su camioneta en medio de la inmensidad y sequía del valle. Pero Saúl tiene la camioneta y ella sólo su orgullo, así que cuando él regrese a ver si la lección fue aprendida, Miranda volverá a la camioneta, con la expresión molesta pero la boca cerrada. Al final, son iguales. Ella depende de él, pero la bondad de éste hará que no se aproveche de la situación.
No existe esa igualdad con el poblador que es llevado por Saúl en un tramo del camino. Al contarles sus creencias será juzgado por Miranda y por Saúl mismo, y escuchado con aprecio sólo por Andrés, el viajero argentino y también eventual compañero de camino. Cuando Miranda descubra que su billetera ha desaparecido, el campesino será el único sospechoso. De manera simple descubriremos que el ladrón fue Andrés y que tanto Miranda como Saúl tienen los mismos prejuicios a la hora de juzgar a los campesinos de la zona, los “pobres indios”; como harían todos los peruanos, parece decir la película.
Pero lo peor a lo que deben enfrentarse los pobladores del valle no es a los prejuicios de los citadinos, sino al abandono generalizado en el que se encuentran. Administrando sus tierras solos, sin el apoyo apropiado para desarrollar infraestructura que les permita superar problemas como el de la sequía (de lo que también se queja Saúl), sin justicia más que la que ellos mismos pueden ejercer, la problemática de los pueblos del valle del Colca es la misma que la de otros pueblos andinos; el abandono total del estado.