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State of Fear: The Truth about Terrorism

Sinopsis


¿Cómo hace una sociedad libre para balancear las exigencias de seguridad con la democracia? Basado en el trabajo de la Comisión de la Verdad y Reconciliación del Perú, Estado de Miedo habla del costo humano y social que resulta cuando un país se lanza a una guerra contra el terrorismo, una guerra que quizás no tenga final claro, y que es demasiado fácil de explotar por líderes sin escrúpulos que buscan ventaja política personal. Se intercalan testimonios personales, hechos históricos y material de archivo para contar la historia de violencia creciente en el Perú, y cómo el miedo al terror terminó socavando a la democracia, convirtiendo al gobierno peruano en una dictadura “de hecho” donde la corrupción oficial reemplazó al estado de derecho. Un capítulo de la historia contemporánea del Perú que no termina de cerrarse.

 

Contexto de la historia

A fines de la década de 1970 el Perú comienza a verse envuelto en una serie de crisis económicas y sociales, reflejadas especialmente en los pueblos de la sierra, que desencadenan en el inicio de la guerra interna provocada por el terrorismo, en primera instancia por el movimiento terrorista Sendero Luminoso.

Fundado como Partido Comunista del Perú – Sendero Luminoso por el profesor ayacuchano Abimael Guzmán, da inicio a la lucha armada el 17 de mayo de 1980, con el incendio de ánforas electorales en el distrito de Chuschi, Ayacucho. Este acto fundacional refleja la intención y estrategia inicial de SL: subvertir el sistema político vigente en el país comenzando por los pueblos más olvidados de la serranía, las zonas más pobres y abandonadas por el estado, uniendo a sus filas a la población campesina o asesinándola si no se unía a su causa.
La democracia recién recuperada con el segundo gobierno de Fernando Belaúnde Terry, del partido de centro-derecha Acción Popular, no ve en estos actos un problema más serio que la crisis de la deuda externa o el fenómeno climatológico del Niño. De hecho, el senado desestima la conformación de una comisión parlamentaria investigadora de actos terroristas en 1981.

En 1982 se declara estado de emergencia y toque de queda en Ayacucho, epicentro de la actividad terrorista, que consigue primeras planas a nivel nacional, pero no una acción de inteligencia militar para frenarla. Matanzas como la de los ocho periodistas en Uchuraccay y las masacres en Huancavelica y Ayacucho (1983), provocan una sensación general de inseguridad en la población al interior del país. Durante el gobierno de Alan García, las matanzas del penal El Sexto (1984), Socos (1983) y Cayara en Ayacucho (1988) dan cuenta de un abuso de autoridad de parte del Estado y las Fuerzas Armadas, que en las comunidades campesinas aplicaba la técnica de tierra arrasada: si se sospecha que en una comunidad hay terroristas, en vez de investigar quiénes son, se asesina a parte importante de la comunidad, confiando que alguno era terrorista: una inhumana forma de aplicar la estadística a la lucha antisubversiva.

Mientras tanto, en Lima, la presencia terrorista se materializaba para la mayoría en los apagones y el racionamiento del agua con los que creció una generación. Los ataques en la capital se limitaron a comisarías, embajadas e instituciones estatales. Todavía no se sentía lo que estaba pasando en el centro del país.

En 1990, Alberto Fujimori gana las elecciones presidenciales y comienza un gobierno neoliberal que genera enormes crisis sociales y económicas, que él intenta paliar de manera demagógica y populista. El terror se desplaza hacia la selva y se da la primera gran matanza de Asháninkas, una de las comunidades indígenas más afectadas por el accionar de SL. Y mientras, en Lima, es el gobierno el que realiza acciones contra la vida, como la matanza de Barrios Altos (1991), uno de los crímenes atribuidos al grupo paramilitar Colina, en la que por un error táctico, una operación para asesinar a miembros senderistas en Lima terminó matando a quince personas inocentes del barrio vecino al que se habrían encontrado los presuntos senderistas.

Esta ola de violencia incontrolable obliga a que grupos de las Fuerzas Armadas pero especialmente de la Policía Nacional, comiencen a afinar sus tácticas de investigación y ataque. Es así que en 1992, año en que Fujimori de un autogolpe de Estado en el que disuelve el Congreso con el apoyo de buena parte de las Fueras Armadas; año en que se da el ataque terrorista más grande de Lima, el atentado a la calle Tarata en Miraflores; el año en que también es asesinada la líder popular María Elena Moyano en Villa El Salvador; es atrapado Abimael Guzmán, en Lima, gracias a una discretísima investigación del Grupo Especial de Inteligencia de la DINCOTE (Dirección Nacional contra el Terrorismo).

Pero el terror está lejos de terminar. Apoyándose en los logros conseguidos en su período de gobierno, Fujimori atiza el miedo de la población a rebrotes terroristas y guerras limítrofes, invistiéndose de poderes ilimitados, junto con los militares, para continuar la lucha antisubversiva. Así, en 1995 se da la Ley de Amnistía General para militares y se abre el camino para la reelección de Fujimori, trabajando ya abiertamente en conjunto con Vladimiro Montesinos, asesor presidencial y director del SIN (Servicio Nacional de Inteligencia).

Efectivamente reelegido, continuará su gobierno en medio de escándalos. El pueblo se divide a favor y en contra de su gobierno y en 1998 comienza una ola de movilizaciones populares entre las que destaca la de los estudiantes universitarios.

En el 2000, el JNE acepta una nueva y cuestionada postulación de Fujimori para las elecciones presidenciales de ese año. La misión de la OEA que supervisa las elecciones no aprueba el proceso y en segunda vuelta, ante la renuncia de Alejandro Toledo a participar por la ilegalidad de la situación, Fujimori es polémicamente reelegido. Pero ese año se desata el escándalo: sale a la luz el primer vladivideo (videos grabados por Vladimiro Montesinos, registrando sus millonarios sobornos a congresistas, dueños de medios de comunicación, jueces y militares), prueba suficiente para que comenzara la caída del régimen, más no aún un proceso de justicia.

Fujimori renuncia a la presidencia desde Japón y Valentín Paniagua es declarado Presidente del Período de Transición. Es en su gobierno que se establece la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR), encargada de investigar los hechos ocurridos en el período 1980 – 2000, correspondientes a la lucha armada, subversiva y antisubversiva, a investigar sobre los abusos y violaciones cometidas y a señalar a los culpables.

Sobre dicha investigación y sus conclusiones está basada esta película, Estado de miedo.

 

Actividades relacionadas

Actividad 1

En esta primera actividad les proponemos que se detengan en el miedo como un eje vertebrador de la trama fílmica. Reflexionen sobre el papel que este documental asigna a los miedos en la sociedad Peruana, en sus efectos, y en su uso político para la legitimación de políticas públicas de carácter represivo.

 

Los personajes

En Estado de miedo los personajes son el pueblo y el Estado peruanos. Los testimonios de tres de los comisionados de la CVR se intercalan con representantes de los distintos actores sociales involucrados: terroristas, militares, víctimas de unos y de otros, voceros políticos y activistas de los derechos humanos, nos cuentan su historia y particular visión de los hechos.

El pueblo peruano, divido por la ignorancia y la falta de solidaridad a las que hace referencia y por las que pide perdón Beatriz Alva Hart (abogada, ex congresista de uno de los partidos fujimoristas y comisionada, perteneciente a la clase media-alta limeña) continúan presentes. Los gobiernos de turno, primero el de Alejandro Toledo y en la actualidad el segundo gobierno de Alan García, nada han hecho para activar las sugerencias de la CVR y otra vez han hecho primar intereses de grupos específicos (políticos, empresarios y militares) evitando que las conclusiones del Informe Final tengan la difusión que necesitan.

La ignorancia sigue presente, y las condiciones de abandono y ausencia del Estado en zonas de máxima pobreza, rurales y urbanas, también. El caldo de cultivo en el que brotó la lucha armada de Sendero Luminoso sigue existiendo.

 

Exclusión social y violencia política

Una de las conclusiones de la CVR es que el 75% de las víctimas de la violencia política, aproximadamente 51,960 personas, tenían al quechua u otra lengua nativa como idioma materno. ¿Qué significa esta cifra? Que la mayoría de las víctimas fueron campesinos de la sierra e indígenas amazónicos excluidos del sistema de protección que funcionaba en Lima, muchos de ellos sin documento de identidad que permitiera su reconocimiento a la hora de la desaparición o de la muerte misma, víctimas de fácil desaparición en muchos casos, tanto para los grupos terroristas como para los militares.

 

Exclusión de género y violencia sexual

En las conclusiones de su Informe Final, la CVR “condena particularmente la práctica extendida de violencia sexual contra la mujer” (Conclusión 46) .

En Estado de miedo está el testimonio de una mujer, quien cuenta cómo el día que fue a inscribirse a la Universidad La Cantuta fue secuestrada por un grupo militar, torturada en búsqueda de información acerca de líderes terroristas en la universidad nacional, a quienes ella no tenía ni siquiera forma de conocer. Siendo virgen, fue violada por todos su agresores, a lo largo del tiempo en que estuvo en su poder y quedó embarazada de una niña que nació mientras ella estaba en el penal de mujeres, recluida injustamente, después de ser extorsionada para firmar un testimonio falso en el que se declaraba culpable de actos terroristas. La CVR constató en su investigación que dentro de las violaciones más graves a los derechos humanos, cometidas de parte de agentes militares, se encuentra la violencia sexual contra la mujer, como una práctica reiterada y persistente. En 1991, más de diez años antes de la entrega del Informe de la CVR, una investigación de Amnistía Internacional señaló como declaración de representantes del Estado peruano que “las violaciones son previsibles cuando las tropas se encuentran en zonas rurales, y por ese motivo no deberían promoverse procesos penales para sancionar este tipo de abusos”

La violencia sexual contra la mujer no fue entonces considerada por el Estado como un delito, sino un acto previsible, algo natural en situaciones de conflicto. Algo normal. Y de forma no oficial, sigue siendo considerada así. Fuera del impacto emocional que testimonios como el escuchado en el documental pueden generar, no hay castigo para los responsables. Peor, no hay justicia para las víctimas.

 

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Actividad 2

Les vamos a proponer que se detengan en el cuadro de Edvard Munch (1863-1944) “El Grito”. Su autor describió así la experiencia que lo llevó a pintarlo "Caminaba yo con dos amigos por la carretera, entonces se puso el sol; de repente, el cielo se volvió rojo como la sangre. Me detuve, me apoyé en la valla, indeciblemente cansado. Lenguas de fuego y sangre se extendían sobre el fiordo negro azulado. Mis amigos siguieron caminando, mientras yo me quedaba atrás temblando de miedo, y sentí el grito enorme, infinito, de la naturaleza".

Observen detenidamente la obra pictórica. Deténganse en el personaje principal. ¿Cómo se pinta al personaje, cómo se lo compone?

Describan sus gestos, la mirada, las formas en que las líneas y círculos se dirigen hacia el centro, la cabeza. ¿qué similitudes podemos encontrar entre la figura representada en el cuadro de Munch y el Estado de Miedo que nos acerca el documental? ¿en qué medida el grito de la naturaleza, que nos acerca la anécdota del pintor que originó ese grito, tiene un vínculo posible con la historia contemporánea de las zonas rurales y campesinas del Perú?.

E. Munch, El Grito

 

Exclusión cultural y violencia racial

“La CVR ha constatado que la tragedia que sufrieron las poblaciones del Perú rural, andino y selvático, quechua y asháninka, campesino, pobre y poco educado, no fue sentida ni asumida como propia por el resto del país; ello delata, a juicio de la CVR, el velado racismo y las actitudes de desprecio subsistentes en la sociedad peruana a casi dos siglos de nacida la República.”

La Lima indiferente, la que se siente superior al resto del país, la que se beneficia directamente del gobierno a través de grupos de poder (político, empresarial), en fin, la sociedad civil capitalina hizo casi nada para evitar el desangramiento en el interior del país. La indiferencia, como señala la CVR, refleja el racismo y desprecio hacia el otro, hacia el “cholo”, el indígena que en ocasiones no goza de la categoría de ciudadano.

 

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Actividad 3

La fotógrafa Vera Lentz, de origen norteamericano pero criada en Lima, recuerda el tiempo en que su madre dirigía un estudio fotográfico de moda, a principios de los ochentas, al que acudía todo el que quería un retrato profesional en el que se viera lo más blanco posible. La obsesión por ser o parecer blanco en Lima pasa por el consumo cultural, las expresiones populares y la interacción con los demás, haciendo más profundos los surcos imaginarios que dividen a unos de los otros. Es interesante cómo el recurso de la fotografía, en tanto imagen construida, ayudaba en la empresa de ser o parecer blanco. Lo que este ejemplo nos muestra es que las identidades, que también son construcciones, ( relatos que las personas, los grupos, los individuos configuran sobre sí mismos), tienen efectos en la vida de las personas. Ser/parecer blanco trae aparejadas ventajas simbólicas y materiales muy concretas.

De la misma manera, algunas identidades parecen condensar la fuente de todos los males, categorías bajo sospechas que merecen el endurecimiento de la violencia ejercida por el Estado. En el clima generalizado de sospecha y desconfianza social, exacerbado por los discursos sobre el miedo, toma forma el rechazo intolerante, la exclusión, la demonización, y estigmatización frente a lo diferente. Les proponemos que identifiquen qué diferencias son fijadas como peligrosas y amenazantes en el documental. ¿A partir de qué discursos se construyó y qué efectos tuvo dicha peligrosidad?

 

Lenguaje audiovisual: La edición

Estado de miedo es un documental de argumentación histórica. Desarrolla una serie de hechos que son causas y consecuencias de la violencia política en el Perú contemporáneo. Su objetivo es informar, pero también guiar una reflexión acerca del peligro que corre la democracia en un país que se ve sumido en una guerra como la que enfrentamos esos años, donde se terminó perdiendo institucionalidad y donde la crisis social y política dio pie a una crisis moral del Estado y la sociedad civil. Pero, en el cine, la argumentación no se arma sólo con textos, sino y principalmente con imágenes, y con tiempos y ritmos dados a cada imagen, a cada secuencia de imágenes. Como en otros documentales, el más importante mérito visual de esta película se encuentra en la edición.

Para presentar claramente el devenir de los hechos, el documental tiene una estructura que se basa en la cronología de la lucha armada y el proceso de violencia política, según lo investigado por la CVR. La información principal viene de la voz humana. La articulación de los hechos en un texto narrado por una locutora profesional y los testimonios y comentarios de representantes de los actores sociales relacionados con la historia: terroristas, militares, víctimas, policías, activistas y comisionados de la CVR. Las imágenes vienen de material producido para el documental (las entrevistas y algunas tomas de diferentes espacios que dan contexto) y abundante material de archivo (prensa, registros de la CVR). Es en la concatenación de estos materiales, de acuerdo a las necesidades expresivas e informativas de la narración textual, que hacen sentir el ritmo y la claridad de la edición.

Además, a manera de transición entre algunos temas, o como momento de reflexión acerca de otros, se utiliza un efecto de chroma para colocar imágenes de rostros (mientras dan su testimonio, hacen algún comentario o simplemente miran a la cámara en silencio) en fondos diversos, según el sentido que se busca crear: fondo de violencia en una manifestación y sobre él los rostros de hombres y mujeres, para reflexionar sobre las víctimas mayoritarias de la violencia; o como fondo un paisaje amazónico y sobre él, sobreimpresos los rostros de pobladores asháninkas ataviados con sus collares y maquillaje, para hablar del genocidio de este pueblo.

 

Banda sonora

La banda sonora de Estado de miedo es bastante sencilla. Como en otros documentales, el recurso sonoro principal es la voz humana en el testimonio, y en esta película también en la narración de los hechos y en la búsqueda de reflexión. La música es casi siempre incidental (colocada en la edición) y cumple el papel de refuerzo dramático a la narración en off.